Grabado

La técnica del aguafuerte tiene su origen en los artesanos del siglo XV. Inicialmente realizado sobre planchas de hierro como alternativa al buril, el aguafuerte cobró nueva vida cuando los artistas empezaron a utilizar el cobre, sobre todo a través de la obra de Rembrandt, que dominó la técnica a la perfección y realizó varios centenares de grabados.

 

A lo largo del siglo XVIII, la técnica se popularizó en Italia, gracias a figuras como Tiépolo y Canaletto, y también en España, gracias a Goya, que la situó en el centro de su obra. Durante los siglos XIX y XX, muchos artistas utilizaron esta técnica como medio de expresión y difusión. Entre ellos se encontraban artistas como Rouault, Matisse y Picasso, una figura fundamental en la historia del aguafuerte. El aguafuerte es una técnica relativamente rápida de utilizar, con un gesto similar al del dibujo, lo que la convierte en una de las técnicas de grabado preferidas de los pintores.

Una de las principales herramientas necesarias para el grabado es la punta de grabado. Se puede utilizar una gran variedad de puntas, la mayoría de las cuales se insertan en un mango de corcho para facilitar su manejo. Los metales los elige el artista en función de su visión de la obra; se puede utilizar cobre duro, hierro, zinc o latón. Cada material responderá de forma diferente a las mordidas, cambiando el aspecto de la obra final. El más común es el barniz negro satinado, de fácil acceso y uso. El barniz se aplica utilizando varios tipos de pincel: pinceles planos, para aplicar el barniz a la plancha, y pinceles de acuarela, para realizar cambios durante el barnizado.

Los mordientes (un baño de sustancias químicas en el que se sumerge la plancha para ahuecarla) se eligen en función del carácter que se quiera dar a la obra: el mordiente holandés diluido, por ejemplo, permite una ejecución más lenta que da un aspecto controlado, mientras que con ácido nítrico se pueden hacer mordientes profundos un poco más distorsionados.

A continuación, se desengrasa la plancha para poder aplicar el barniz: se frota la plancha con un paño humedecido con agua y blanco español (un polvo fino que se utiliza para limpiar objetos) para terminar de eliminar la grasa. A continuación, se pasa un chorro de agua sobre la placa para limpiarla de los productos que se acaban de aplicar. Sobre una plancha caliente, se aplica una capa de barniz a la plancha. Intentamos igualar el barniz añadiendo capas.

Una vez seco el barniz, se realizan los primeros mordiscos. A continuación, la plancha se introduce en la cuba que contiene el mordente. La plancha puede sacarse y volver a introducirse en el mordiente según le convenga al grabador: estas diferentes etapas constituyen las distintas mordidas. Tras la última mordida, se enjuaga la plancha y se retira el barniz para poder hacer una prueba.

La plancha se entinta con un tampón y luego se pasa sobre una tarlatana, un paño de algodón tejido sin apretar que evita el exceso de tinta en la superficie de la plancha. Se unta la palma con un poco de blanco español para eliminar cualquier resto de tinta y luego se limpian los biseles con un trozo de lino.

Por último, se puede activar la prensa calcográfica, después de haber colocado la plancha y el papel sobre el soporte.
Se produce un estado inicial de la prueba: si desea acentuar ciertas zonas, puede repetir el proceso de desengrasado y barnizado para añadir los trazos adicionales.

Las modificaciones finales de la plancha se completan con el mordentado. La plancha se saca de la cuba, se enjuaga y se limpia de su barniz. Se aplica tinta a la plancha para producir una prueba. La prueba se convierte en el estado final de la impresión.

Selección de grabados de la Galería Arenthon

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