Grabado en madera
El grabado en madera se originó alrededor del siglo XV. Utilizando diversas herramientas, el artista talla el motivo en la madera de tal forma que, una vez aplicada la tinta, la parte tallada de la madera queda libre de tinta. Esto se conoce como "talla en relieve": es la parte superficial la que queda entintada.
Sin embargo, cobró un nuevo impulso a finales del siglo XIX, cuando Thomas Bewick inventó el grabado en madera de extremo. Frente a la técnica tradicional del grabado en madera, que colocaba la plancha en sentido contrario a la veta de la madera, este nuevo proceso colocaba la plancha perpendicular a la madera. Este avance, sumado al uso de herramientas de grabado en cobre para la madera, permitió obtener resultados mucho más finos y variados. Explorado por varios artistas en el siglo XIX, especialmente Gustave Doré, el grabado en madera fue preferido posteriormente en su forma más cruda: artistas como Munch y Gauguin volvieron al grabado en madera, encontrando satisfacción en la expresividad y espontaneidad de la técnica.
Tras realizar un boceto al carboncillo, el grabador lo transfiere a la madera colocándolo contra la plancha de madera. Al igual que en el linograbado, la plancha se ahueca siguiendo los patrones del boceto. El grabador puede elegir distintas herramientas (cuchillo, gubias, etc.) y distintas formas de colocarse en relación con la dirección de la madera.
Las zonas ahuecadas son generalmente las que están fuera del motivo, alrededor del dibujo. Una vez que la plancha ha sido grabada a gusto del artista, se extiende la tinta sobre la plancha. De acuerdo con el principio del grabado en relieve, la zona ahuecada de la etapa anterior no toma la tinta.
Comienza la fase de impresión. La plancha, cubierta con una lámina, pasa por debajo de la prensa para imprimir el diseño. A continuación se descubre la primera tirada. Esta impresión de prueba se utiliza para observar cualquier mejora que haya que hacer, y entonces se puede retocar la madera antes de realizar más impresiones.